Solamente él supo entenderme, supo aceptarme como era, supo amarme con mis locuras y defectos y sin exigir nada a cambio... Solamente él me amó incondicionalmente y por encima de todo y todos. Supo perdonarme cuando no lo merecía, abrazarme cuando lo necesitaba, estar cuando nadie más estaba. Él me conocía más que a nadie, sabía cuando estaba mal, cuando tenía ganas de llorar, cuando tenía ganas de reír exageradamente, cuando tenía ganas de salir corriendo. Él se reía con cada cosa que yo hacía, hasta con cosas que otros no toleran, él sabía cómo hacerme sentir bien siempre, sabía cómo hablarme, cómo hacerme sentir importante. Él sabía cómo quererme. Sabía de más que no era perfecta, y jamás pretendió que cambiara en nada, me quiso tal cual era y se prometió a sí mismo quererme para toda la vida. Él hizo de mi una parte necesaria de él. Yo era su pequeña, y mientras estuviera con él sabía que nada podía pasarme, porque él iba a estar ahí para defenderme, para protegerme.
Con él podía ser yo tal cual era... Idiota, orgullosa, peleadora, egoísta, mala, fría, caprichosa, inmadura... Imperfecta. Con él fui yo misma, sin retoques. Él me amaba de todos modos, no hacía falta que fingiera ser nada que no era. Con él fui espontánea, libre, feliz por momentos.
Y quizás jamás nadie vuelva a amarme como él, a entenderme como él, a abrazarme como él, a mirarme como él... como si no hubiera nada más importante en ese momento. Quizás nadie pueda sentir nunca lo que él sintió por mi, quizás nadie pueda nunca entregarse como él se entregó conmigo.
Pero como a todas las cosas que prometen hacerme bien en este mundo lo dejé ir. No era para mi, no. Yo no lo merecía. (Y no quise merecerlo)