Soltar, dejar ir, dejar ser.
Cómo cuesta soltar algo que se lleva una parte nuestra, porque indudablemente no sólo se va él (sí, él) sino que también se va una partecita mía, me voy yo y todo lo que fui a su lado. Se van las risas, los abrazos y los besos. Se van los momentos, las palabras... Y sólo quedan los recuerdos... los recuerdos, las ilusiones, la tristeza. ¿De qué sirve la tristeza si no nos lleva a ningún lado? ¿De qué sirven las ilusiones cuando traen esperanzas de algo que nunca va a pasar? ¿De qué sirven los recuerdos cuando lastiman?
A veces nuestra vida depende de un ínfimo momento, de un pequeñísimo acto, de alguna palabra en el momento correcto, de algún abrazo justo a tiempo. Y siempre volvemos a la misma cuestión: Cómo me gustaría poder volver el tiempo atrás. Cómo me gustaría revivir algunos momentos del pasado, cómo me gustaría traerlo (a él) de vuelta. Cómo me gustaría traerte conmigo, siempre, y a dónde vaya. Y si eso no sucede (y sé que no) ¡cómo me gustaría olvidarlo! arrancarmeló de acá adentro, borrarlo, borrar todo.
Si él ya me olvidó, y yo no consigo olvidarlo ¿qué me espera?
¿Pero qué fuimos si ya no somos? ¿Cuántas alegrías hubieron? ¿Cuánto me quiso? (¿Me quiso?)
Muchas preguntas, muchos paréntesis...
Quizás eso fuimos.